lunes, 14 de octubre de 2019

SALTO AL COLOR


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Jesús decía  una parábola para enseñarles que es necesario orar siempre, sin desfallecer.
«Había un juez en una ciudad que ni temía a Dios ni le importaban los hombres.
En aquella ciudad había una viuda que solía ir a decirle:
“Hazme justicia frente a mi adversario”.
Por algún tiempo se estuvo negando, pero después se dijo a sí mismo:
«Aunque ni temo a Dios ni me importan los hombres, como esta viuda me está molestando, le voy a hacer justicia, no sea que siga viniendo a cada momento a importunarme”».
Y el Señor añadió:
«Fijaos en lo que dice el juez injusto; pues Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos que claman ante él día y noche?; ¿o les dará largas? Os digo que les hará justicia sin tardar. Pero, cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará esta fe en la tierra?» (Lc 18, 1-8)

Ver las cosas como Dios las ve


Un grupo de música titula su último álbum como “salto al color”. Precisamente algunos asistimos a un momento parecido: el paso de la televisión antigua a la que tenemos ahora. Era otra dimensión visual.  El campeonato de fútbol en Argentina sirvió para que muchos en su casas dieran ese paso. Como fue paralelo a la transición política, ahora se habla del régimen anterior como de “la España en blanco y negro”.

El paso al color en la vida espiritual se da cuando uno comienza a ver las cosas como Dios las ve: un gran salto para un hombre, pequeño para la humanidad. Y esta hazaña personal solo es posible realizarla si nos comunicamos con Dios. Por medio de la oración elevamos nuestra mente hacia Él. Así enviamos señales de alarma cuando tenemos un problema. Aunque Él ya sabe lo que nos sucede, sin embargo en la oración descubrimos la forma de solucionarlo. Pues como dice uno de los salmos (Responsorial de la Misa): Nuestro auxilio nos viene del Señor (120, 2).

El secreto de la oración no está en que Dios nos escuche sino que nosotros seamos conscientes de que necesitamos de Él. Porque el Señor siempre nos atiende, lo que sucede es que con frecuencia no puede concedernos lo que pedimos porque no es conveniente. Es en la oración donde nos identificamos con el querer de Dios y, así, acertamos.

Si nos cansamos de rezar perdemos las batallas

Como han hecho los santos no hay nada mejor para ponerse en comunicación con el Señor que la sagrada Escritura, porque leyéndola estamos escuchando con los ojos la palabra de Dios. De ahí que san Pablo nos diga que es útil para muchas cosas: para corregir, para educar en la virtud (Segunda Lectura de la Misa: 2 Tm 3,14-4, 2).

Por eso abrimos el libro del Éxodo (Primera Lectura de la Misa: cfr. 17,8-13) y allí se nos cuenta que Moisés se cansaba de rezar, materialmente hablando. Como uno se cansa de estar de rodillas, también el Profeta se cansaba de tener las manos levantadas hacia Dios y entonces le pusieron una piedra para que se sentase y  le sostenían los brazos uno a cada lado. Aunque más que elevar las manos hay que elevar el pensamiento a Dios. Y más que estar de rodilla lo que se tiene que inclinar es nuestro corazón.

El texto sagrado detalla que mientras Moisés tenía en alto la manos vencía Israel, y si las bajaba perdía. Así gráficamente se nos hace ver lo Jesús también explica que debemos orar sin  decaer” ni desanimarnos (Evangelio de la Misa: Lc 18, 1 ), como hace una viuda pesada.

La viuda pesada

Jesús nos habla en el Evangelio de la actitud de un cristiano: orar continuamente. Jesús para subrayar esta actitud nos pone el ejemplo de una viuda cansina que no para de repetirle a un juez que le haga justicia y el juez corrupto le da la razón sin otro motivo que el que le deje en paz.

Y claro está nuestro Padre Dios no es corrupto: eso quiere decir que nos atiende desde el minuto cero. Por eso añade Jesús: Pues Dios ¿no hará justicia a sus elegidos que le gritan día y noche?  Lc 18, 7.

El Señor quería explicar a sus discípulos cómo tenían que orar siempre sin desfallecer (Evangelio de la Misa: Lc 18, 1). Para eso los cristianos de Egipto inventaron las jaculatorias, oraciones cortas, que se pueden rezar en cualquier momento. De eso tenemos constancia por san Agustín. Se llaman así porque son como flechas (jaculata, en latín) que se lanzan a Dios.

A un obispo le pregunté como hacía para tener presente a Dios todo el día, y me dijo que lo común era emplear jaculatorias: esas oraciones breves que se puede decir en cualquier lugar. Por ejemplo repetir con el salmo: nuestro auxilio nos viene de ti, Señor; o ¡Sagrado Corazón de Jesús, en Vos confío! Esto es lo que venía a decirme mi madre al oido cuando yo estaba a punto de dormirme. Y entonces me preguntaba que significaría eso de “vosconfío”. Y después añadía otra frase misteriosa: Dulce corazón de María, sed la salvación mía. Dulce corazón... y yo me imaginaba un postre.

Las jaculatorias se pueden decir en cualquier lugar: en la calle, en el Mercadona, en urgencias... Y así, partido o partido, es como llegamos a la amistad con Dios.

Hay quienes todavía se acuerda de que la televisión terminaba de emitir llegada la media noche. Hoy en día es impensable que la programación se interrumpa. Aunque nosotros durmamos la tele sigue.

Siguiendo este ejemplo recordamos que algunos santos hablan de que se puede rezar hasta durmiendo porque nuestro subconsciente está unido a Dios. Esto es lo que ocurre si nuestro último pensamiento es para Dios. Y para que sea así hemos de conseguir que también lo sea el antepenúltimo y el anterior...

Hay quienes recurren al rosario y empiezan a rezar hasta que se les entra sueño: así se duermen en brazos de María.

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29 Domingo T. O.  C

–Primera Lectura
m
Ex 17,8-13

–Salmo Responsorial
Nuestro auxilio nos viene del Señor...
120, 1-2. 3-4. 5-6. 7-8 (R.: 2)

–Segunda Lectura
No
2 Tm 1, 6-8.13-14

–Evangelio
¡Si
Lc 18, 1-8

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