miércoles, 2 de mayo de 2018

A LA MUERTE DE UN GRAN ARQUEÓLOGO



FUNERAL DE MANUEL PELLICER

La vida de los que en ti creemos, Señor, no termina se transforma. Eso dice el prefacio de la Misa de difuntos, que hoy ofrecemos por Manuel Pellicer Catalán. Precisamente, ayer, empezó este sabio aragonés una nueva vida en la eternidad.

Durante 60 años de magisterio, se le puede dar también el título de profesor andaluz porque, con su constancia de buen maño, formó a muchos de los aquí presentes.

Por eso me parece normal que las banderas de la Universidad de Sevilla estén hoy a media hasta, como he podido observar.

Cuando yo estudié Filosofía y Letras en la facultad, ya gozaba de un prestigio mítico como arqueólogo.

Aunque no tuve la suerte de tenerlo como profesor, pero  algunos de mis colegas de facultad, de la antigua fábrica de tabacos,  aquí presentes, sí que habéis sido discípulos suyos.

Todos destacan su humildad de sabio, y su vocación por todo lo que llevara la sigla “a. C.” Antes de Cristo. Aunque su especialidad, su mundo era el Neolítico.

Se ha escrito que “ante este hombre humilde y sabio, uno siente el mismo respeto que frente a esos vestigios arqueológicos a los que él ha dedicado su vida de investigador”.

Pues hoy estamos ante sus despojos, que envolvían un alma austera y trabajadora. Pero que sabemos que no ha muerto con él.

La tierra le será leve, porque ya no está aquí su verdadera personalidad.

Desde luego, para los que nos dedicamos a la enseñanza universitaria su currículum abruma... pero eso no es lo más importante para un hombre.

Recuerdo que durante mi estancia en la universidad, me contaron que un profesor pidió voluntarios para hacer trabajos sobre diversos temas.

Y como era un “anticristiano combativo”, al enunciar en su clase el título de “la Moral Católica”, se produjo entre sus alumnos un silencio que se cortaba.

Pero un chico se levantó y dio su nombre para hacerlo.

Y el día señalado para la exposición oral del trabajo, había cierta expectación, y todos esperaba que ese alumno “criticase a la Iglesia” para congraciarse con el profesor.

La sorpresa fue grandísima cuando el estudiante hizo una exposición muy clara del catolicismo, sin que faltasen las respuestas, a lo que el profesor había ido diciendo en sesiones anteriores.

Y al terminar,  ese alumno dijo: –No he hecho nada más que documentarme, porque yo personalmente, soy judío.

La clase finalizó sin más comentarios. Pero por lo visto el profesor se permitía, de vez en cuando, ridiculizar, como de pasada, algunos puntos del cristianismo.

Y en una de esas ocasiones, este chico –que era uno de sus mejores alumnos– le interrumpió:

–Oiga, yo vengo aquí para aprender historia, no para sufrir su falta de respeto a las creencias de algunos.

Según él mismo contaba, sus inquietudes espirituales fueron en aumento... Casi todas las preguntas que se hacía tenían el mismo objeto: la divinidad de Jesús.

Por lo visto, aunque sus padres eran judíos no practicantes, él –cuando tenía catorce años– había sentido un gran deseo de buscar a Dios.

Y empezó a recibir clases de un rabino, ya anciano, que le tenía mucho cariño.

Pero este chico buscaba más, y no encontraba respuesta. Se preguntaba: – ¿y las promesas de Dios a Israel?, ¿Y el Mesías?

Aquel rabino anciano le dio entonces un consejo sorprendente, que  no se le olvidaría. Le dijo: –Busca a Cristo. Yo ya soy viejo; si tuviera tu edad buscaría al Jesús de los cristianos.

Y pasado algún tiempo fue a charlar con el sacerdote católico que él conocía, y tuvo un buen rato  rato de conversación.

Después, buscó a uno de sus más íntimos amigos y le comunicó: –He decidido bautizarme: tengo la fe, creo que Jesús es Dios.

Algunos de los aquí presentes tenéis fe en Cristo, como los familiares de Manuel. Otros sois respetuosos con las ideas de los demás.

Lo que nadie puede negar es que la historia se divide en un antes y en un después de este personaje misterioso que se llama Jesús de Nazaret.

Muchas personas han dado la vida por Él. Por eso la mayoría de vosotros, hombres de ciencia, tenéis respeto por los cristianos, aunque vosotros no lo seáis.

Yo me atrevería a deciros que con el mismo empeño que emplea un arqueólogo o un historiador aragonés también vosotros busquéis a Cristo, como aconsejaba el rabino al estudiante de historia.

Comenzar a buscarlo ya es un paso importante y no penséis que el Cristianismo se basa en un Jesús crucificado sino en un resucitado vencedor de la muerte.

Sé que Manuel, en los últimos años ha estado sintetizando y poniendo orden en los estudios que había realizado sobre el Neolítico en   Sierra Morena.

Me gusta la idea de trabajar para que los demás trabajen mejor. Dedicar los últimos años de la vida, estando gravemente enfermo, a sintetizar los propios conocimientos, para proporcionar ese bagaje a los que vienen detrás y puedan avanzar con esa riqueza, esto es algo que vale la pena destacar.

Por uno de sus familiares, sé también, que cuando todavía podía hacer excavaciones, al terminar, lo celebraba con un buen vino.

Ahora ha acabado su carrera en la tierra y todos deseamos celebrarlo con el vino que Jesús nos prometió beber en la eternidad.

Sevilla, 25 de abril de 2018

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