Dios ha querido darnos no sólo cosas suyas sino que nos ha dado su propia vida divina (cfr. Evangelio de la Misa de hoy: Jn 15,9–17). Hacernos dioses, para eso murió Jesús en la Cruz, para que recibiésemos ese regalo.
EL REGALADOR
Por eso después de la Resurrección los Apóstoles vieron cosas admirables, como la que sucedió en casa de un señor llamado Cornelio.
Esto es lo que cuenta el libro de los Hechos (Primera lectura de la Misa de hoy: cfr. 10, 25–48).
Se trataba del mayor regalo que pudo hacerse nunca. Y ya se sabe que todos los regalos proceden del Amor.
Por eso fue el Espíritu Santo quien lo realizó, porque es el Amor de Dios.
EL AMOR HECHO PERSONA
El Amor es lo que nos endiosa, porque nos hace parecernos al mismo Dios (cfr. Segunda lectura de la Misa: 1Jn 4,7–10). Y el egoísmo es lo que nos lleva al aislamiento.
EL NEGATIVO DEL POSITIVO
El aislamiento y el egoísmo nos lleva a separarnos de Dios y de los demás. Por eso es muy negativo. Es el negativo de Dios.
Ya se sabe que lo negativo no suma, e incluso resta: esto es lo que sucede cuando nos separamos del Amor de Dios, que nos volvemos fríos, distantes, inflados de nada.
Y no somos felices, porque nosotros no hemos nacido para vivir encerrados en nuestro yo, sino para relacionarnos con los demás, y regalarle lo mejor que tenemos.
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