viernes, 17 de septiembre de 2021

ACONCAGUA

DE ALTO RIESGO

Tengo un amigo alpinista que entre otras cosas ha escalado varios seis miles. Normalmente esto no se puede hacer en la vida diaria, en la que se sube sólo en ascensores.

Pero el que quiera ser cristiano de verdad también tendrá una existencia emocionante. Quizá se le acusará de llevar «una vida distinta a los demás», y para algunos resultará un personaje «incómodo» (Primera lectura: Sb 2,17-20).

EL ARNÉS DE DIOS

La vida cristiana es una aventura en la que vamos siempre asegurados por Dios. Dice el Salmo que «el Señor sostiene mi vida» (cfr. 53: responsorial de la Misa). Si vamos sujetos a Él no tenemos que preocuparnos.

EN LA ALTA MONTAÑA

En la alta montaña es muy peligroso funcionar por libre: no es del espíritu montañero ir cada uno a su bola, eso es para el tenis.

El Señor nos pide que nuestra actitud no sea la del que quiere hacer su voluntad a toda costa, sino la del que sirve a los demás, haciendo el querer del otro más que el nuestro (cfr. Evangelio de la Misa: Mc 9, 30-37).

PELEAS POR EL MANDO

Suele pasar en algunas excursiones de medio pelo, que la gente se suele enfadar porque algunos quieren que los demás sigan su plan.

Pero Jesús enseña a sus discípulos que quien quiera ser grande ha de adaptarse a los otros. En la vida diaria esto es heroico: es como una pequeña esclavitud.

ADAPTARSE A OTROS

Uno de los Apóstoles, Santiago, nos habla de cómo tiene que ser el corazón del cristiano: sin la codicia del que busca sus intereses por encima de todo (cfr. 3,16-4,3).

Para los que no siguen a Jesucristo cualquier medio es válido con tal de hacer lo que uno quiere, porque se consideran unos expertos.

Los cristianos, sin embargo, debemos considerarnos siempre principiantes, como niños.

SIEMPRE INEXPERTOS

Algunos toman esta actitud cristiana de considerar superiores a los demás como una debilidad o como una rareza.

Piensan que lo emocionante es mandar, gobernar, imponer, pero lo verdaderamente apasionante es querer a los demás.

Porque al final nuestro Aconcagua consiste en escalar la montaña que subió el Señor al dar la vida por los demás.

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