domingo, 25 de mayo de 2008

DESDE QUE TE CONOZCO, COMO MÁS

En el libro del Deuteronomio, Dios nos habla de un alimento misterioso.

En aquel tiempo el Señor dio de comer a su pueblo un pan que nadie conocía.

Este pan era símbolo de otro, el de la fiesta que celebramos hoy.

Dice la Escritura que el hombre no sólo vive del pan natural, sino de otro tipo que es el pan sobrenatural.

A este alimento del cielo le llamamos Corpus Christi: el Cuerpo de nuestro Señor que se nos da como «verdadera comida» (Jn 6, 55: Evangelio de la Misa).

Este Cuerpo se compone de cabeza y miembros, que están unidos.

Esto lo explica muy bien san Pablo: «aunque somos muchos formamos un solo cuerpo» (1 Cor 10, 17: Segunda lectura de la Misa).

El Corpus es alimento para que crezcamos, nos hace vivir una vida distinta y eterna. «El que come de este pan vivirá para siempre» nos dice Jesús (Jn 6, 58).

Este alimento nos lo deja el Señor para tener fuerza y superar las dificultades: los desánimos, el cansancio.

En definitiva, nos lo da para llevar una mejor calidad de vida sobrenatural.

Nos deja un pan de esta vida que nos lleva a la otra. No solo eso, sino que quería estar con nosotros hasta el fin de los tiempos.

Dios quería ser nuestro. Y para eso, se hace alimento, algo que se come y que llega a formar parte íntima de cada uno, se hace uno con nosotros.
Y, luego dicen que el verbo comer no es poético. El amor nos lleva a comer al Señor.

Este Cuerpo se formó en la Virgen María. De alguna manera misteriosa Ella también está presente en la Eucaristía.
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domingo, 11 de mayo de 2008

BORRACHOS SIN FRONTERAS

Hace unos días se reunieron en Granada miles de personas para celebrar la llegada de la primavera haciendo un macrobotellón.

También se reunieron miles de personas en Jerusalén el día de Pentecostés para celebrar la fiesta de la cosecha que se tenía cincuenta días después de la Pascua.

En ese día los discípulos del Señor estaban reunidos en un mismo lugar, unidos por el miedo que es lo más penoso que puede unir. Y, de repente, llegó el Amor de Dios (cfr. Primera lectura de la Misa: Hch 2, 1-11)

«Se llenaron todos de Espíritu Santo y empezaron a hablar». Se llenaron del Espíritu Santo que produce los efectos del vino y empezaron a hablar.

Así pasaron aquellos primeros cristianos del miedo y la tristeza a la ilusión, a la ilusión de la juventud y así nació la iglesia (cfr. Prefacio de la Misa).

En cambio, en el botellón de Granada algunos pasaron del punto al coma, del puntillo al coma etílico.

Hay un filósofo español que ha escrito un libro que se titula: Breve tratado sobre la ilusión.

En castellano la palabra «ilusión» tiene varios significados. Se habla de un «iluso» cuando una persona tiene ideas que no están fundadas en la realidad.

Pero también el término «ilusión» tiene una carga positiva, por eso hay cosas que llamamos «ilusionantes». Es la ilusión tan propia de los niños, los locos y los borrachos.

Precisamente uno de los efectos de alcohol es transformar la realidad y hacerte más expansivo. Me contaron que algunos locutores de radio, antes de salir en antena se toman un copazo, para tener así más facilidad de palabra.

Pues el Amor de Dios, el Espíritu Santo, es como el vino que enardece, ilusiona y nos hace hablar con el lenguaje que la gente entiende, el lenguaje del corazón.

«Se llenaron del Espíritu Santo y hablaron de las maravillas de Dios», nos dice el Libro de los Hechos (2, 4).

La civilización antigua creó una torre que acabó separando a los hombres de Dios, y a los hombres entre sí, porque no hablaban el mismo lenguaje.

Eso fue Babel, el orgullo que condujo a la separación. Es lo contrario de Pentecostés. Porque el Amor de Dios no tiene barreras. Nos lleva a hablar en el lenguaje que todo el mundo entiende: el lenguaje del afecto.

Pero el lenguaje es un vehículo, lo importante es el contenido. El mensaje que nosotros tenemos que transmitir es que tanto amó Dios al mundo que nos entregó a su Hijo. Esta es la maravilla de Dios (cfr. Hch 2, 11).

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domingo, 4 de mayo de 2008

EL OSCAR AL MEJOR HOMBRE

El Señor se encarnó para poder sufrir por nosotros. Porque Dios no podía sufrir, a menos que se hiciese hombre.

Hemos comprobado el amor que el Señor nos tiene: nada más hay que mirar sus manos y sus pies para emocionarse.

Por nuestro amor sufrió esas tremendas heridas, y muchas humillaciones.

Hoy celebramos el día de la Ascensión ( cfr Primera lectura de la Misa: Hch 1, 1-11). Ese día llegó Jesús a la Gloria y recibió todo el agradecimiento desbordante, que hasta entonces había estado conteniendo el cielo.

Empezando por Dios Padre, que se deshace en cariño y ternura, por la obediencia y la humildad de su Hijo hecho hombre.

Y los ángeles, que se maravillan, por servir a un Dios tan bueno. Y los santos que estaban allí con una emoción impresionante: sobrecogidos por un Amor tan fuerte.

Un Amor más grande que el dolor y la muerte. El Señor ha transformado esos dos productos del infierno. Dios, como hace siempre, del mal saca bien, y de un rio de maldad saca un océano de cariño.

¡Qué alegría más grande tener un Dios tan bueno! Dice el salmo que el Señor «asciende entre aclamaciones» Dan ganas de estar allí para aplaudir con fuerza (cfr Salmo responsorial: 46, 2). En agradecimiento por todo lo que ha hecho Jesús por cada uno.

Nosotros también somos hombres. Dentro de unos años llegará el momento de recibir el resultado del jurado, por nuestra actuación en este escenario de la Tierra.

Lo que más se valorará entonces será el cariño con que hayamos interpretado todo. Y si hemos sido capaces de trasformar el mal en bien. Esta es la verdadera ciencia del artista.

El Señor recibió el día de la Ascensión el óscar al mejor hombre que ha existido. Allí está desde entonces a la derecha de Dios Padre (cfr Segunda Lectura: Ef 1, 17-23)

Y nos ha dejado aquí para continuar con su misión. (cfr Evangelio de la Misa: Mt 28, 16-20). Consiste en llevar el secreto de la felicidad a todas las gentes del mundo.

Nuestra misión es que mucha gente gane su «estatuilla». Éste será nuestro mejor premio: el que ganen los demás.

Cuando entremos en el cielo –que es Hollwood– mucha gente elegante nos aplaudirá a rabiar, estatuilla en mano. Pues nosotros les ayudamos a ellos a ganarla.
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jueves, 1 de mayo de 2008

DIOS ES UNA FAMILIA

Hoy celebramos el misterio principal de nuestra fe, que no hubiéramos conocido si el Señor no nos lo hubiera revelado. Es la vida íntima de Dios la que viene a revelar Jesús.

Que Dios es Padre, que Dios es Hijo y que Dios es Espíritu Santo.

El Señor ha tenido paciencia hasta que ha podido decírnoslo. Si lo hubiera dicho antes, seguramente se hubiera pensado que hay tres dioses.

Al principio, Yavhé quería remarcar a su pueblo que era un solo Dios, que no había varios dioses.

Nos cuenta el libro del Éxodo (34, 4b–6. 8–9: Primera lectura de la Misa) como Moisés le pide a Dios que les acompañe siempre.

Moisés le dice que Israel es un pueblo duro de entendimiento, de «dura cerviz». Efectivamente, el pueblo elegido, no hubiera entendido en ese momento toda la verdad a cerca de Dios.

Una vez que asimilaron que Yavhé era Uno, con Jesús revela que es un solo Dios pero que tiene tres Personas.

Esto es difícil de entender si uno no tiene fe. Lo dice el Señor en el Evangelio para que el mundo crea (cfr. Jn 3, 16–18: Evangelio de la Misa).

Hay muchas personas que ven con facilidad que Dios sea Uno. Son los creyentes de las tres religiones monoteístas: junto con los cristianos están los hebreos y los musulmanes. Los tres procedemos de la fe de Abraham.

En la Alhambra hay un poema en el que se explica, con mucha claridad, la fe de los musulmanes. El poeta dice que allí, la oración se dirigía «a un Dios solo».

Efectivamente, los musulmanes creen que Dios es Uno. Tanto lo remarcan que piensan que está solo. Y sin embargo Dios es una familia.

El misterio de la Santísima Trinidad no es un invento de la teología.

Claramente, San Pablo en una de sus cartas desea que recibamos «la gracia» que nos ganó Dios Hijo muriendo en la cruz, «el amor» de Dios Padre que nos regaló la vida, y la unión con el Espíritu Santo (cfr. 2 Cor 13, 11–13: Segunda lectura de la Misa).

Esto es lo que deseamos a todos los que lean este blog.

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